Celso y Manolo.
1965. Un chaval de 16 años de Cangas del Narcea (Asturias) salió de su pueblo minero con destino la capital de España. Ahora lo hace todo el mundo, pero entonces era como llegar a Nueva York en autobús por la Nacional 1.
Manolo, que así se llama el protagonista de esta historia, entró por la calle de La Libertad, 1, como un torero y ya no volvió a salir en cinco décadas. No sabemos qué le atrajo, si el nombre o que el dueño era Pepe, pero se puso a trabajar en La Tasca de Pepe como aprendiz cargando cajas, tirando cañas, atendiendo a los clientes, pelando patatas, subiendo carbón o rellenando porrones.
Un buen día, Pepe, tras terminar una ración de callos, anunció que se jubilaba. Y Manolo, con su alma inquieta y emprendedora (se parece un poco a Carlos, pero esto que quede entre nosotros), se quedó con el bar. Le pidió a su madre que le avalara en el banco (como nosotros, y sino que se lo digan a la nuestra) y se trajo a su hermano Celso. Le dieron un nuevo nombre al local: Restaurante Argüelles. Y no por el barrio, sino porque, casualidades de la vida, así se apellidan.